Corazón y conducta.


Quien trabaja con niños/as sabe que es imposible no encontrarse a menudo con alguna conducta problemática en el aula. Ya sea en un aula ordinaria o específica, ahí estarán inevitablemente. Y es entonces cuando saltan las alarmas dentro la cabeza del maestro o de la maestra. Esas alarmas tan temidas por todos y que, a veces, son hasta sobrevaloradas.

La conducta en niños puede llegar a resultar bastante impredecible y cambiante, dependiendo ésta de la madurez, la educación, las particularidades individuales y el ambiente y circunstancias en las que el niño o la niña en cuestión se encuentre. Además, es importante tener en cuenta que una conducta variará según la situación dada en el momento: los antecedentes, el sujeto y el ambiente espaciotemporal. Una vez ubicadas estas conductas, se debe proceder a elegir el plan de actuación conductual más adecuado.

Conductas.

Las conductas que más preocupan a maestros suelen ser la conductas más agresivas: berrinches, gritos, pataletas, agresiones físicas…etc. Es precisamente en este punto donde considero que se debe recalcar un factor de máxima importancia, y que no muchos tienden a valorar: el pulso del niño y del maestro.

Si al leer la palabra pulso has pensado en la típica frase enfocada a maestros en prácticas que tiende a ser algo así como: ‘no dejes que los niños te echen un pulso‘… entonces, deja de leer este artículo, por favor.

Cuando se pretende abordar una conducta disruptiva o conflictiva es muy importante tener en cuenta cómo de acelerado le va el corazón al niño que presenta la conducta y cómo la percepción de su pulso puede afectar al nuestro, y por ende, cómo puede afectar en la toma de decisiones durante el abordaje de la situación en cuestión. Un pulso acelerado implica una saturación en los procesos mentales del niño, los cuales entorpecen la visión clara y el conocimiento racional de la solución. Esta dificultad puede provocar la intensificación de la conducta en sí, alejándose aun más del proceso de resolución de conflictos.

Es por ello que para clarificar conductual y cognitivamente una situación será necesario eliminar en la medida de lo posible las distorsiones cognitivas derivadas de este aumento drástico del pulso.

Control del pulso.

Un método que suelo emplear para regular el pulso cardíaco de un niño es el uso de un metrónomo. Suelo emplearlo en diversas situaciones:

  • En la resolución de tareas curriculares con niños con déficit atencional.
  • En momentos previos a una crisis en niños con autismo. Durante la crisis también es empleable, pero menos útil que en el uso en el antecedente.
  • Durante el proceso de enseñanza-aprendizaje de algunos niños con autismo.
  • En momentos de conversación constructiva con niños que acaban de presentar alguna conducta disruptiva.

El tempo, el volumen, la progesión rítmica y la duración empleadas dependerán de la situación y del objetivo a conseguir. Lo ideal es que el volumen acabe llegando a ser tan bajo que, aunque sea impercetible, se haya conseguido adentrar en el subconsciente del niño al que pretendemos relajar y autorregular. De forma que ya no utilicemos el metrónomo como distractor. Sino que éste haya pasado a ser interiorizado por él como un método de autorregulación personal.

Finalidad.

Este método no va orientado únicamente para el niño que sufre la crisis o presenta la conducta disruptiva. Sino que también va enfocada al maestro o maestra como puente de conexión emocional al niño. Igualando ambos pulsos se establece una conexión de igualdad rítmica. En ese momento, ambos están al mismo nivel neurálgico. Ninguno va por delante en nerviosismo, los dos están claros y pueden proceder a analizar la situación que previamente se ha descontrolado. Y sobretodo, pueden proceder a buscar una solución.

Conclusión.

Una vez autorregulado el niño de forma sistemática a través del pulso cardíaco mediante el empleo del metrónomo, se podrá proceder de forma más práctica y favorable a la resolución del conflicto que ha llevado al niño a recrear la conducta disruptiva central.

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