Especialistas en diversidad de personas.


Esta reflexión surge tras un debate realizado por Twitter en el espacio #Eduhora. Existen muchos tipos de profesionales que trabajan directamente con niños, niñas y adultos con diversidad funcional. Maestros, especialistas, docentes en general, psicólogos, logopedas, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas…etc. La lista es larguísima, y su valor es impagable. Forman parte de un conglomerado humano que da soporte a un amplio grupo de nuestra sociedad. Por desgracia, este grupo no siempre se ve totalmente incluido ni integrado. Y es por la importancia que tiene su -nuestro- desempeño laboral y humano, por lo que me gustaría dedicar esta entrada a todas esas personas que luchan cada día por facilitar la vida de otras personas.

Considero que trabajar en un puesto que conlleva una relación directa con el ámbito de la diversidad funcional requiere de ciertos requisitos básicos en la persona:

  • Estado físico y mental estable.
  • Muchísima paciencia.
  • Mente abierta.
  • Creatividad y flexibilidad mental.
  • Empatía.
  • Muchas ganas y empeño.

¿Qué se necesita y para qué?

Primero de todo se necesita una enorme fuerza física y mental para soportar todo aquello con lo que te puedas enfrentar. Casi todos sabemos que no es fácil trabajar con personas con ciertas necesidades y dificultades. A veces pueden necesitar de mucho apoyo, tanto físico como mental y emocional.

También se requiere de una mente abierta para poder comprender determinadas situaciones y decisiones que pueda tomar una familia. A veces las familias se sienten abandonadas y juzgadas. Y esto suele ser precisamente por una falta de comprensión por gran parte de la sociedad que nos envuelve.

Cada día tienes que tirar de tu creatividad y flexibilidad mental. En especial si trabajas con peques. Es muy necesario:

  • Creatividad para hacer recursos y adaptaciones.
  • Alegrar los ánimos de la otra persona de manera creativa.
  • Resolver problemas desde la creatividad y el pensamiento divergente.
  • Cambiar de rumbo con creatividad y actitud.

También es básico ser y mostrarte empático/a. Aquí entra en juego comprender a las familias y a las personas con quienes trabajas. Necesitan y deben saber que estás para ayudar en todo lo posible sin juzgarlos. Es importante ponerte (en la medida de lo posible) en su lugar. comprender cómo viven, se relacionan y se desenvuelven, es la base para poder ayudarles en todo aquello que puedan necesitar para sentirse integrados.

Necesitas echarle ganas y empeño cada día. Es la gasolina que arranca nuestro cohete. Recuerda que el avance y el desarrollo no solo dependen de esa persona. La familia y el/la especialista juegan un papel muy importante. Son -somos- quienes guían ese cambio en el camino de la vida. Y para ello, además de ganas, hay que afrontarlo con perspectiva y actitud.

Y por último, pero no menos importante. También hay algo que no se nos debe pasar jamás por alto. Se trata de saber ponernos límites, frenar, parar y descansar. Debemos saber decir «hasta aquí llego yo» o «necesito salir a coger aire«. Todos necesitamos un descanso, y ellos nos necesitan descansados.

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