La autorregulación en educación especial.


En el ámbito de la educación especial escuchamos muy a menudo la palabra autorregulación, un concepto abstracto que trata de dar significado a un proceso de base psicobiológica que, a su vez, engloba un conjunto subprocesos cognitivos, conductuales y emocionales. Pero, ¿sabemos realmente en qué consiste este proceso? ¿Cuándo aparece una desregulación? ¿Qué finalidad tiene la autorregulación? ¿Sabemos cómo ayudar a un niño o niña a desarrollarlo adecuadamente?

El proceso en nuestro día a día.

Este proceso de autorregulación es un acontecimiento que podemos observar en casi cualquier persona. ¿Quién no ha necesitado ir al gimnasio a desfogarse tras un duro día lleno de estrés? ¿Quién no ha necesitado gritar tras mantenerse en un estado continuo de tensión? En esencia, ¿quién no ha necesitado realizar una actividad determinada que le ayudase a sentirse mejor consigo mismo después de haber estado expuesto durante un tiempo prolongado a estímulos nocivos?

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Estoy segura de que a todos nos viene a la mente respuestas que vienen encadenadas a imágenes y situaciones que hemos vivido en primera persona o que hemos visto en nuestro entorno más cercano. Y si extrapolamos estos sucesos regulatorios a niños y niñas que presentan desórdenes sensoriales encontramos la misma necesidad de regulación multiplicada por diez. Cuanto mayor sea la cantidad de estímulos nocivos a los que se encuentren expuestos, mayor necesidad tendrán de regularse emocional y conductualmente. Y, a veces, cuanto mayor sea esa necesidad, más difícil será satisfacerla.

Necesidad y conductas.

Es por ello que recalco la importante necesidad de que los niños con desórdenes sensoriales sean apoyados, por el entorno más directo y cercano, en sus procesos regulatorios de forma continuada. No podemos esperar a que llegue un desencadenante que haga aparecer la conducta disruptiva como tal. Debemos anticiparnos a los antecedentes del entorno que le desregulen y provoquen en el niño llevar a cabo conductas nocivas para él y para su entorno.

Por lo que respecta al ámbito conductual sobre antecedentes, desencadenantes, conductas disruptivas y vueltas a la calma, de eso se encarga concretamente el método de apoyo conductual positivo. Método muy extendido en intervención en niños con desórdenes sensoriales y comunicativos: TDAH, TEA, Asperger, TEL…etc.

Volviendo al tema principal, voy a proceder a contestar de forma sencilla y clara a las preguntas que he expuesto al principio con tal de dar un significado al proceso de regulación relacionado con los trastornos sensoriales.

¿Sabemos realmente en qué consiste este proceso?

El proceso de autorregulación varía según la persona, la edad, el nivel cognitivo, el desorden sensorial y/o comunicativo y sus necesidades especiales. En esencia, se basa en llevar a cabo conductas familiares que le ayuden a gestionar toda esa sobresaturación de estímulos sensoriales que lo bombardean, tanto internos como externos. Tal y como he mencionado al principio, es un proceso de base psicobiológica que, a su vez, engloba un conjunto subprocesos cognitivos, conductuales y emocionales.

Esto es, empiezo a agobiarme por un estímulo externo o interno que »me irrita las ideas». Pues entonces me dedico a buscar estímulos que dejen de lado ese primer estímulo irritador y, a poder ser, que me ayude a gestionar la forma en que ese estímulo me afecta y lo integro.

¿Cuándo aparece una desregulación?

Una desregulación aparece cuando el niño se ha visto expuesto durante un tiempo prolongado a una serie de estímulos desagradables que no ha sabido gestionar de forma adecuada. Ejemplo:

El niño ha ido al colegio y durante toda la jornada se ha visto expuesto a situaciones desagradables como que su maestra no ha podido venir, su zumo se ha caído al suelo, otro niño le ha gritado y, para finalizar, al salir del colegio lo ha recogido un familiar diferente sin previo aviso.

A veces, puede darse únicamente por un solo estímulo. Ejemplo:

El niño es llevado al médico por su padre sin haber sido anticipado adecuadamente.

¿Qué finalidad tiene la autorregulación?

La autorregulación tiene como finalidad buscar alternativas lo más funcionales posible a una conducta disruptiva descontrolada y desmesurada. Es un proceso de vía de escape en la que se llevan a cabo conductas familiares y estructuradas que le proporcionan un sentimiento de seguridad y vuelta a la toma de control de la situación que previamente se ha descontrolado. Las conductas regulatorias varían según su funcionalidad y efectividad que pueden ir desde hacer carreritas repetitivas en círculos o realizar estereotipias hasta practicar algún deporte o cantar.

¿Sabemos cómo ayudar a un niño o niña a desarrollarlo adecuadamente?

Aquí es donde la función del terapeuta o la familia entra en juego. Es necesario enseñarle al niño o la niña a encontrar conductas que conformen sus procesos autorregulatorios de forma funcional y segura. Es básico mostrarles que hay solución en los momentos de crisis y que determinadas rutinas pueden ayudarles a desbloquear determinados pensamientos que obstruyen nuestra conducta y nuestra atención. Para ello es necesario entrenar mucho desde la experiencia en sí misma. Antes, durante y después de las crisis conductuales.

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