Alteraciones sensoriales en el espectro del autismo.

–  La atención e intervención desde el ambiente-


Cuando pensamos en atención educativa al alumnado con trastorno del espectro autista (TEA), nos vienen a la cabeza las mismas palabrejas de siempre: pictogramas, horarios, anticipadores, instrucciones, comunicadores…etc. La mayoría de profesionales del sector educativo tienden a reducir la atención individualizada a estos apoyos físicos tan conocidos por la mayoría.

Por otro lado, cuando hablamos de espectro del autismo (TEA, autismo, síndrome de Asperger) solemos pensar en dos o tres tareas que se deberían abordar principalmente para facilitar su inclusión en el entorno educativo. Estas suelen consistir en proporcionar una estructura física clara (ámbito ecológico) que facilite su trabajo curricular, facilitar los encuentros comunicativos (ámbito comunicativo) en el ambiente escolar y proporcionar una anticipación (ámbito cognitivo) acerca de lo que sucede en el aula o centro. Los tres apoyos físicos más conocidos que suelen intervenir aquí son pictogramas, comunicadores y paneles anticipadores.

El problema que yo veo actualmente en esta atención, dentro del marco ordinario, es que se están olvidando en gran medida las adaptaciones más sutiles. Se trata de esas adaptaciones que yo suelo llamar “ajuste fantasma”. Este tipo de ajustes o adaptaciones más sutiles responden concretamente a todas esas necesidades que nacen de la alteración sensorial que suelen presentar las personas dentro del espectro del autismo.

Se suele creer que la mejor manera de atender la alteración sensorial consiste en crear la típica aula de estimulación multisensorial (tipo Snoezlen). Pero lo cierto es que la atención a las necesidades sensoriales no se queda únicamente en eso. La atención a las necesidades sensoriales debe pasar por una estructuración general del ambiente que atienda aspectos básicos.

Pautas para una estructuración sensorial.

  • Luminosidad del aula: verificar si hay demasiada luz o si esta está repartida de manera uniforme. A veces lo molesto son determinados tipos de luz, y no su intensidad.
  • Ornamentación del aula: divisar un posible exceso de decoración que haga del aula un ambiente muy recargado. Un exceso decorativo puede ser molesto visualmente y dar una sensación de claustrofobia.
  • Olor del ambiente: detectar posibles olores fuertes que saturen al niño o la niña. A veces los olores no tienen porqué ser fuerte e, incluso, pueden pasarnos desapercibidos.
  • Aula limpia y aséptica: mantener un aula limpia y aseada es básico para evitar distracciones. Algunos niños pueden llegar a tener obsesión por la idea de limpieza.
  • Aglomeraciones: los ambientes con poca gente suelen ser facilitadores de situaciones sociales para los niños y niñas. Aunque es algo difícil, es importante evitar situaciones en aglomeraciones dentro del aula o el centro. Dejarle su espacio personal puede ser positivo.

Todas estas recomendaciones son algunas de las pautas que se pueden seguir para facilitar la regulación sensorial y un buen desarrollo de las jornadas educativas en un aula con alumnado con TEA. No todas sirven para todos los niños y niñas, y cada una debe regularse según las necesidades individuales. Pero es un buen punto de partida a la hora de planificar programas de intervención educativa. Bien sea en aulas ordinarias o específicas.

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