Autismo desde la perspectiva del iceberg.


Una forma sencilla de comprender muchas de las conductas presentes en el autismo es mirando a través del prisma de la teoría del iceberg, del famoso escritor Ernest Hemingway. También es ampliamente conocida como «teoría de la omisión». Este estilo de escritura viene a resumirse por la idea según la cual la información omitida refuerza la descripción de la acción, o narración. Si lo extrapolamos al autismo podemos ver claramente que todas esas variables que se omiten son las que refuerzan el autismo en su expresión.

«Si un escritor en prosa conoce lo suficientemente bien aquello sobre lo que escribe, puede silenciar cosas que conoce, y el lector, si el escritor escribe con suficiente verdad, tendrá de estas cosas una sensación tan fuerte como si el escritor las hubiera expresado. La dignidad de movimientos de un iceberg se debe a que solamente un octavo de su masa aparece sobre el agua. Un escritor que omite ciertas cosas porque no las conoce, no hace más que dejar lagunas en lo que describe.»

Ernest Hemingway.

La perspectiva del iceberg como parte de un modelo comprensivo del autismo.

Para comprender el origen de muchas de las conductas disruptivas que presentan las personas con autismo es necesario bucear en busca de diversas variables que juegan un papel importante en este trastorno del neurodesarrollo. Para ello debemos entender la conducta en el autismo como un iceberg flotando en el océano.

Las conductas observables son aquellas que podemos percibir sin mayor dificultad en nuestro día a día en distintos contextos: aula, hogar, parques, supermercados…etc. Entre estas conductas no podemos encontrar con estereotipias, hiperactividad generalizada, autolesiones, agresiones, situaciones complejas de crisis…etc. Pueden aparecer todas o no, y cada una en mayor o menor medida. Además, estas conductas pueden darse únicamente en ciertos entornos y momentos determinados.

Para saber más sobre el tema y poder intervenir tendremos que bucear en las variables menos visibles: antecedentes no observables. He decidido definirlos como «no observables» porque en un principio tienden a pasar desapercibidos. Y solo cuando las personas alrededor del niño o niña con TEA están entrenados o capacitados para entender este tipo de conductas tan particulares podremos decir que pueden observarlos con una mayor claridad. Entre estos antecedentes que marcarán la incidencia de las conductas disruptivas no podemos encontrar con:

  • Una incomprensión por parte del niño hacia el entorno que le rodea.
  • Dificultades comunicativas y del lenguaje que no le permiten expresarse con totalidad.
  • Alteraciones sensoriales que afectan su relación con el entorno.
  • Un pensamiento rígido o inflexible que condiciona sus relaciones.
  • Una ausencia de anticipación o rutina que no habrá sido dotada de forma externa.
  • El agotamiento mental y físico al que se ven expuestos.
  • Otras comorbilidades que darán complejidad a su desarrollo vital.


Para saber más:

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