Innovación por vocACCIÓN


Bienvenidos a todos y a todas. Por si nadie se había dado cuenta todavía, estamos en el siglo  XXI. ¿Sorprendidos por tanto avance social? Pues ahora viene lo mejor, porque para acrecentar este avance es necesaria la innovación. Y hoy en día parece que aquello que no sea innovador, no vale. Y lo mismo pasa en educación. Si no es innovador, no vale. Está caducado.

Cada día nos disparan a los especialistas de manera indiscriminada con publicidad sobre lo grandioso de emplear las nuevas tecnologías en educación. Si no usas nuevas tecnologías, no eres nadie en el mundillo educativo. A día de hoy, para ser el mejor maestro necesitas ir bien equipado con una tablet, necesitas usar smartphones en el aula, tener una enorme y carísima pizarra digital interactiva, programar en base a la gamificación…etc. Vamos, que necesitas demostrar que sabes más que nadie sobre aquello que yo llamo ‘informática pedagógica’. En caso contrario, repito, no eres nadie. No innovas. Y, por lo tanto, estás anticuado o anticuada.

¡OJO!

Con esta entrada no quiero decir que la innovación educativa -concretamente la innovación informática– sea una basura y que sea un producto de marketing que nos están metiendo con calzador (que en parte también lo es), sino que creo que es un diamante en bruto que hoy en día no todos saben pulir de la manera más adecuada y que ‘cuatro’ aprovechados están intentando colarnos de manera insultante.

¿Creo en el potencial de las nuevas tecnologías?

Absolutamente sí. Pero como todo, siempre con cabeza. No le veo sentido alguno a eso de llenar el aula de tecnología si no tenemos claro cuál va a ser su verdadero uso y finalidad, la cual siempre debe ser la alfabetización del alumnado y, cuando es necesario, facilitar los procesos de enseñanza-aprendizaje a aquellos alumnos que lo necesiten.

¿Creo en la necesidad continua de repensar la educación e innovar su enfoque y aplicación?

También lo creo sin duda alguna. Los años pasan y la sociedades avanzan siempre en cambio continuo. Cambian las formas que tienen de agruparse los humanos en sociedades, cambia la concepción social individual y grupal, cambia la forma de ver la educación y su implicación, cambian las necesidades humanas, cambia la tecnología… en definitiva, cambia todo a nivel fisiológico, mental, social y geográfico. Y es por ello que la educación, entre otras muchas cosas, debe cambiar adaptándose a las necesidades y demandas de los humanos.

Si nos centramos en un nivel más concreto como son las escuelas y los equipos interdisciplinares que la conforman, encontramos la innovación educativa. Y aquí es donde viene mi crítica, al enfoque actual que se nos vende con respecto a esta innovación tan vacía y mercantilista. Yo soy de las que cree en esa innovación promovida por maestros que realmente pasan a la acción, que saben en qué innovan y con qué finalidad. Esos maestros que conocen realmente a sus alumnos y quieren que aprendan. Creo en esos maestros que se forman e investigan nuevas metodologías aplicadas en base a unas necesidades detectadas a nivel individual, de aula o incluso a un nivel de contexto social un poco más amplio. Esos docentes son los que realmente desarrollan y fomentan lo que yo llamo una:

Innovación por vocACCIÓN.

Usar en el aula las mejores y más modernas tecnologías no significa que éstas vayan a dar un apoyo real a los procesos de enseñanza-aprendizaje. Tampoco implica que el alumnado realmente necesite de ellas o que se sientan más motivados por aprender a través de su uso. Cada niño y niña tiene una personalidad y un perfil sensorial distinto. A algunos niños les alterará o les distraerá, y a otros les servirá de trampolín hacia el aprendizaje. Otros, en cambio, necesitarán de estas tecnologías para comunicarse.

Por tanto, antes de emplear determinadas innovaciones pedagógicas es sumamente importante realizar un ejercicio de meditación y valorar si realmente va a ser útil y necesario para todos los alumnos de un aula. Y en caso de que vaya a ser necesario, habrá que valorar de qué manera enfocar esa innovación hacia una alfabetización y un aprendizaje real. Creo que es aquí donde habría que plantearse preguntas como:

¿Qué contenido pretendo enseñar de una forma nueva para que lo adquieran con mayor facilidad? ¿Realmente este nuevo método es adecuado para este contenido? ¿Este método podría servir como distractor? ¿Este niño está capacitado para ser guiado a través de este método? ¿Cómo podría emplear adecuadamente este método en mi aula? ¿Qué efectividad demostrada científicamente tiene?

Y lo mismo pasa con muchas de estas nuevas innovaciones pedagógicas que van saliendo o nos van vendiendo con el tiempo, sin ser necesariamente tecnológicas. Hay que valorar:

Qué implicación tienen estas innovaciones a nivel metodológico y didáctico.

Conocer qué objetivos derivarán de estas nuevas estrategias y si realmente serán adecuados para el alumnado con el que nos encontremos. Es por ello, que considero que innovar siempre es positivo en la medida que dicha innovación pedagógica vaya a adaptarse en un contexto adecuado con unos niños y niñas con unas necesidades didácticas determinadas que vayan a ser suplidas gracias a ese nuevo método. Y también es necesario, en caso de querer desarrollar determinadas innovaciones, saber de qué manera podemos formarnos en ella y, en especial, quién nos va a formar. Creo muy importante investigar acerca de quien o quienes están detrás de esas innovaciones que van surgiendo. Valorar de qué manera han sido probadas y puestas en práctica para llegar a ser fomentadas al público docente.

Desde mi punto de vista, el verdadero docente innovador es éste. El que realmente aplica y desarrolla metodologías o estrategias nuevas con una finalidad clara y concreta. Al margen de si esta innovación está o no está absada en el empleo de nuevas tecnologías. Al fin y al cabo será lo que será: una innovación pedagógica. Y es aquí donde no debemos olvidar para quién va orientada realmente esta innovación. Va orientada a los niños y niñas a queines debemos enseñar.

También quiero recalcar la importancia que se le está dando hoy en día a la innovación educativa. Creo que está llegando a un punto en el que se nos obliga a ser innovadores, y creo que la innovación personal a nivel laboral no debe ser un requisito en un maestro. Tampoco creo que el hecho de que sea más o menos innovador sea característico de un buen o peor maestro. Por tanto, considero que siempre y cuando la impliación del docente en un aula sea efectiva y proactiva, la innovación educativa estará en un segundo plano. Me declaro fiel seguidora de los docentes en ACCIÓN. Esos son los que realmente propulsan lo que yo llamo:

La innovACCIÓN pedagógica o la innovación por vocACCIÓN.

Por otro lado, y de la misma manera que nosotros no les obligamos a ser creativos, sino más bien les enseñamos a desarrollar procesos creativos, no podemos obcecarnos en ser innovadores. Menos aún cuando realmente no nos encontramos preparados para ello. Todos los docentes fuimos niños en su día. Y al igual que estos niños tan variados de los que hablo siempre, los adultos también los somos. Más adelante, cuando estos adultos se convierten en maestros nos encontramos ante una amplia gama de perfiles profesionales. Serán más o menos innovadores, más o menos rígidos, más o menos pacientes, más o menos permisivos…etc. Sólo la verdadera implicación de una persona a cargo de un grupo de alumnos hará de ésta un buen profesional.

Conclusión.

A modo de conclusión quiero recalcar la verdadera finalidad que tiene la escuela: educar y alfabetizar a los niños. Los maestros debemos ser ese conector entre contenidos y procesos de aprendizaje. Las innovaciones basadas, o no, en nuevas tecnologías pueden servirnos de gran ayuda. Pero nunca debemos olvidar hacer un uso responsable con objetivos claros.

El equipo interdisciplinar debe tener claro cuáles son las bases psicológicas del proceso de desarrollo infantojuvenil. Es importante conocer qué impacto tiene para un niño encontrarse muchas horas empleando cualquier dispositivo electrónico. Debemos valorar los diversos canales de aprendizaje. A través del conocimiento de éstos sabremos de qué modo podemos aprovecharlos para aprender de manera efectiva y positiva. Valorar la forma en que realmente aprende cada niño. Con esto se pasaría a deliberar si realmente necesita hacer uso de un dispositivo electrónico. Y también poder deliberar si sirve para acceder a determinado aprendizaje. Finalmente, sopesar si existen otros métodos concretos más naturales para aprender. Métodos adaptados a cada niño y niña.

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