El TDAH invisible, el trastorno por déficit de autoestima.


En esta entrada me gustaría tratar un tema que, por lo general, suele pasar bastante desapercibido. El tema en concreto es la autoestima de los niños y niñas con dificultades específicas de aprendizaje y otras necesidades específicas de apoyo educativo. con o sin TDAH. Y esta vez, en esta entrada, no voy a hablar de alumnos. Voy a hablar de niños y niñas. Pequeños y no tan pequeños. Altos y bajitos. Valientes y miedosos. Con gafas y sin ellas. Movidos y tranquilos. Habladores y callados. Extrovertidos e introvertidos. Todos ellos diversos. Individuales. Únicos. Especiales a su manera. Creando identidad propia. Con necesidades propias. Que tienen intereses, sueños y motivaciones. Pequeñas personas que tras sus dificultades guardan un fuego interno. Un fuego que depende de su entorno -familia, amigos y especialistas- que le ayude a marchitarse, o bien que le ayude a alzarse formando figuras maravillosas al ojo humano.

La actuación docente.

Los especialistas continuamente realzamos la importancia que tiene la motivación durante los procesos de aprendizaje. Tratamos de enfocar las enseñazas curriculares hacia temáticas que entran dentro de los círculos de interés del niño. Averiguamos qué es lo que le gusta o interesa, y entonces le damos la vuelta a todos los recursos habidos y por haber de forma que tengan relación alguna con su objeto de interés. ¿Le gustan los coches? Pues los problemas matemáticos se redactan con temática automovilística. ¿Su centro de interés son los animales? Pues lo ponemos a contar animales de la selva. Sea lo que sea. Lo adaptamos.

Por otro lado tratamos de integrar las nuevas tecnologías en todas las actividades posibles creyendo que éstas van a servir como varita mágica. Creyendo que de la misma manera que insertas un pendrive en un ordenador y transfieres toda la información, poniendo una tablet en las manos del niño le vas a transferir toda la información automáticamente. Y lo que es peor todavía, creyendo que cuanto mejor te venden ese dispositivo, más información y más rápido entrará en esa cabecita pensante. Entonces enfocamos el tiempo y las metodologías en búsquedas por internet, usar tablets, descargar apps atractivas, emplear pizarras digitales interactivas, ver películas o series…etc.

¿Finalidad objetiva?

¿Y todo esto para qué? Pues, obviamente para ayudarles a adquirir todos esos contenidos curriculares que ‘debemos’ meterles hasta con un embudo si fuese necesario. Incluso, se llegan a adornar todos esos recursos con contenidos relacionados con temáticas emocionales: imágenes bonitas, corazones, niños súper felices sonriendo, escenas de películas de Disney y mil accesorios más. Y ahora es cuando yo me pregunto, ¿y cuándo trabajamos la introspección del niño?

Y aquí es donde viene el problema. En los colegios, por lo general, siempre se va con demasiadas prisas para que los niños adquieran todos los contenidos curriculares de la forma más sencilla para todos posible, pero no existe tiempo alguno para la reflexión y el autoconocimiento. Total, ¿para qué? si eso no viene decretado por ley en el currículo escolar. Y es aquí donde se crea un foso invisible a los ojos de muchos profesionales. Un foso que impide que muchos de los niños con necesidades educativas especiales o de apoyo educativo específico sean capaces de avanzar en su desarrollo.

Es en este punto de inflexión pedagógico donde se corre el mayor riesgo de aparecer un trastorno. Digo trastorno por llamarlo de alguna manera. Una coyuntura mucho más profundo que la dificultad en sí de estos niños en cuestión. Yo lo llamo el TDA(H) invisible, el trastorno por déficit de autoestima.

¿Qué es para mi el TDA(H) invisible?

No tiene nada que ver en sí mismo con el trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Para mi el TDA -con A de autoestima- va referido a todos esos problemas de integración social que nacen en la escuela a partir de las etiquetas y la falta de intervención psicopedagógica en torno al ámbto de la educación emocional. Para mi es también una crítica al desconocimiento social. Ese desconocimiento lleva a que cuando se ve a un niño alejado de lo neurotípico, tiende a tildarse de ‘TDAH’.

¿Cuántas veces abremos ido a hacer la compra y en cuanto vemos a un niño comportándose de forma inadecuada se suele decir que tiene TDAH? ¿Y en la calle? ¿O en un restaurante? ¿Y en una ludoteca? ¿O en un acontecimiento social? y directamente… ¿en el colegio? En cuanto aparecen problemas de conducta, lo primero a descartar es un probable TDAH. Pero pocos son quienes realmente se informan sobre los trastornos conductuales. O de la comorbilidad con los problemas en la percepción e integración sensorial. Es mucho más fácil poner una etiqueta.

Y aquí viene el verdadero trastorno.

Aquí es donde aparece el VERDADERO PROBLEMA. Cuando ese niño o niña realmente sufre problemas de atención o cualquier otro problema que requiera una necesidad de apoyo educativo específico, entonces se interviene directamente a nivel curricular o a niveles psicopedagógicos con el objetivo de que el niño gane cierta autonomía didáctica. Pero a nadie (o casi nadie) le parece importante pararse a pensar qué está sucediendo realmente dentro de esa cabecita. Cuando aparece el diagnóstico aparece la intervención psicopedagógic, o la atención temprana, o incluso la intervención conductual como tal. Pero muy pocas veces aparece una intervención concreta en la que el objetivo es trabajar con el niño sus necesidades emocionales. Necesidades emocionales que se dan tanto dentro como fuera del aula.

Soy de las que confía plenamente en la idea de que para alcanzar conocimiento hace falta interés, motivación y encontrarse, en la medida de lo posible, emocionalmente regulado. Y si nos paramos a pensar en lo curricular, cada uno de nosotros lo verá desde una perspectiva de interés o dificultad completamente personal. Concretamente estos niños con dificultades específicas de aprendizaje viven el aprendizaje y el desarrollo curricular desde una dimensión difusa, donde no siempre tienen la capacidad de disentir si alcanzar un conocimiento o adquirir una habilidad es realmente tan difícil como pueden llegar a creer.

Lo perciben desde una visión donde el control de estímulos externos les puede jugar una mala pasada y negarles ver lo que realmente tienen delante. Y también soy de las que cree plenamente que para saber controlar el entorno sensorial (especialmente cuando se tienen determinadas dificultades de aprendizaje) es necesario un trabajo continuo de introspección, autoconocimiento y desarrollo personal que te lleve a la regulación emocional.

La necesidad del equipo interdisciplinar.

Pero, cuando hablamos de niños pequeños es necesario que estos cuenten con el apoyo del entorno del que he hablado. Es aquí donde los niños necesitan el apoyo de la familia, amigos y todo el equipo interdisciplinar. Esa ayuda para poder sentirse comprendido.

Estos niños necesitan concretamente que se les valore todo el trabajo y esfuerzo que hacen en cada proceso cognitivo. Porque muchas veces lo que para otros puede parecer una pauta tan sencilla como sentarse en una mesa y resolver un problema sencillo, quizá para ese niño le implique someterse a un estado completo de autocontrol para mantenerse sentado en la silla, mantenerse conentrado en lo que tiene delante dejando en ‘standby‘ el entorno, y además realizar un tercer esfuerzo como puede ser pararse a crear operaciones lógicas en su mente que le lleven a resolver ese problema matemático. Dicho así, ¿suena diferente a cómo lo haría otra persona, verdad?

Es por esto que considero de máxima importancia trabajar con estos niños su desarrollo socioemocional y afectivo.

Qué importante es la regulación emocional.

Hay que enseñarles la importancia que tiene marcarse objetivos en la vida, facilitándoles estrategias para ir alcanzándolos de manera realista. Creo que es importante trabajar con ellos la diferencia y la diversidad cognitiva, enseñarles que la realidad adopta tantas formas posibles como personas observan y procesan. Hay que proporcionarles herramientas que les permitan autogestionar la frustración, a veces diaria, que se produce debido a sus dificultades, enseñándoles que la frustración no implica la imposibilidad de alcanzar un objetivo.

La frustración es solo una emoción más de entre toda la varidad de respuestas internas que existen en nuestro ser. Y esta debe ser integrada de forma positiva con el fin de dar un uso sano de esta emoción. Al fin y al cabo las emociones pueden ser o no ser sanas. Todo depende de la manera en que las comprendas y las integres. Puedes querer mucho a alguien de manera sana desde el respeto, o puedes querer mucho a alguien pero no saber contorlar esa necesidad de quererle y acabar haciéndole daño. Pues lo mismo pasa con la frustración ante el error. Puedes enfadarte y evitarlo, o puedes enfadarte, aprender y reintentar. Y esas son las pequeñas cosas que debemos enseñarles para evitar situaciones de incompresión y aislamiento. situaciones que les llevan al TDA invisible.

Si no les enseñamos a quererse y comprenderse a si mismos desde su individualidad…

¿Cómo les vamos a enseñar a aprender y desarrollarse de manera integral?

 

Esta entrada fue publicada en TDAH y etiquetada .

Un comentario de “El TDAH invisible.

  1. María Castillo dice:

    Es muy interesante esta entrada, ya que a veces, al tener tan arraigado el concepto de «alumno/a» nos olvidamos que al fin y al cabo son niños y niñas, que necesitan conocerse a sí mismos/as antes de aprender cosas sobre el mundo que les rodea. Ojalá algún día la importancia de la educación emocional tenga el reconocimiento institucional que merece.

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