Sexualidad, placer y otros tabúes en educación especial.


Rompiendo el tabú con educación sexual.

Actualmente vamos siendo cada vez más conscientes de los tabúes que rodean la educación sexual de nuestro alumnado. Pero si nos paramos a pensar en la educación del alumnado con diversidad funcional, vemos que el tabú se multiplica. Tal vez uno de los problemas pueda ser esa infantilización que sobrevuela entre las personas con diversidad funcional. Y tal vez el problema de esta infantilización sea la percepción que se tiene de la educación especial como un eje cronológico estancado, sin ánimos de alargarse en el tiempo. Quizá haga falta hacer un mayor hincapié en la educación centrada en la transición a la vida adulta.

Quizá solo así, siendo conscientes de la línea evolutiva que siguen las personas con diversidad funcional, podremos crear programas de educación sexual coherentes. Unos programas de educación sexual que nos permitan romper los mitos y destruir los tabúes que caen sobre la sexualidad, la identidad de género y el desarrollo socioafectivo de las personas con diversidad funcional.

Si te dijese que tu alumno neurotípico de 16 años tiene deseos sexuales y necesita masturbarse, seguramente lo entenderás como algo natural para su edad. Pero si te digo que tu alumno de la misma edad con daño cerebral adquirido y severos problemas de movilidad necesita masturbarse, es muy posible que te suene alarmante. ¿Por qué? ¿Acaso no es un adolescente más con un desarrollo sexual normal? ¿No es una persona con derecho a satisfacer sus deseo y necesidades?

Si este dilema te resuena malamente en la cabeza o conoces a más de una persona a la que le resonaría de manera estruendosa, entonces ya sabes cual es la respuesta.

Necesitamos más educación sexual en la atención a la diversidad.

Sexualidad y desarrollo socioafectivo a lo largo de la vida.

Cualquier persona, generalmente sea cual sea su condición personal, presenta cambios en sus necesidades afectivas y sexuales a lo largo de su ciclo vital. Si nos paramos a pensar en cualquier niño o niña de nuestra aula, debemos ser conscientes de que ellos también van a pasar por determinadas etapas. Van a experimentar cambios fisiológicos y van a ir creando una identidad que irá cambiando a lo largo del tiempo. Probablemente serán conscientes de su propia orientación sexual y necesitarán poner nombre a sus deseos sexuales. Empezarán a experimentar con el placer y a querer conocer su cuerpo y a satisfacerse a sí mismos y a encontrar satisfacción en dar placer a otra persona. Y esto es algo totalmente sano y natural.

Aquí nuestro deber es dotarles de una educación sexual adecuada y adaptada a su percepción y necesidades cognitivo-conductuales propias. Debemos guiarles en este nuevo aprendizaje desde un enfoque basado en la comprensión y en la empatía. Y hablo de empatía precisamente porque para poder adaptar estas nuevas enseñanzas deberemos romper con nuestros propios mitos y tabúes.

Poner nombre a nuestros propios tabúes.

En la educación ordinaria nos encontramos con una mayor facilidad (a veces algo efímera) a la hora de tratar los temas sexuales. En estos casos no contamos con el impedimento que sí vemos en la atención a la diversidad. Se trata del invisible muro cognitivo. Si con una persona neurotípica juegas con lo implícito de la conversación para evitar enfrentarte a tus tabúes, aquí no puedes. Aquí es donde aparecen los miedos entre las familias, concretamente entre los padres y las madres. ¿Cómo le explico yo ahora cómo debe masturbarse? ¿Cómo le explico cuándo y dónde? ¿Qué pensará de mi si se lo explico de manera tan explícita? ¿Cómo le hago ver tal o cual aspecto de la educación sexual? ¿Y si me pregunta por algo personal? En esencia… ¿Cómo normalizo de manera explícita si yo mismo/a tengo dificultades para ponerle nombre a las cosas que la sociedad ve como algo tabú?

Aquí es donde los adultos debemos realizar un ejercicio de reflexión y pararnos a pensar donde empiezan y acaban los tabúes en la esfera afectivosexual. Es necesario replantearse cómo estos afectan a nuestras relaciones sociales y afectivas.

Rol de vulnerabilidad y preocupación de la familia.

Por otro lado, na de las preocupaciones con mayor peso por parte de las familias es el riesgo que conllevan las relaciones sexuales y afectivas de sus hijos. Es el principal motivo de consulta en padres de niños/as con edades a partir de los 12 años. Y la verdad es que es una preocupación razonada y comprensible.

Actualmente se sigue considerando a muchas de las personas con diversidad funcional como parte de un colectivo social en situación de vulnerabilidad. Y es debido a esa vulnerabilidad que hace necesario que se les proteja de los riesgos que ello conlleva. En este caso en la esfera afectivosexual. Aquí la respuesta está en la educación sexual. Me gusta plantear esta enseñanza desde un enfoque empático, donde cualquier niño sea capaz de ponerse en el lugar del otro comprendiendo su forma de percibir lo sexual y afectivo.

La protección debe venir desde dos enfoques distintos. Por un lado protección y autodefensa de las personas en situación de vulnerabilidad. Y por otro, respeto y comprensión por parte de las personas que no se encuentran en riesgo de exclusión social. Desde mi punto de vista, el equilibrio en las relaciones humanas, concretamente en las relaciones afectivas, nace de la relación entre respeto y autoprotección. Debemos enseñar a quererse a sí mismos y a respetar a los demás.

Bibliografía recomendada:

  • Pierce, C. (2016). Explosión sexual : cómo ayudar a los niños a desarrollar una sexualidad sana en un mundo expuesto a la cultura porno. Barcelona: Alba.
  • Rúa, M. & Carrillo, M. (2014). Trastornos de la comunicación social : programa integrado de educación afectivo-sexual. Valencia: Psylicom.

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